Se llamaba J. Christopher Stevens. En el ataque también murieron tres funcionarios estadounidenses. La agresión incluyó disparos y el incendio de la sede diplomática de Bengasi. También hubo protestas contra intereses norteamericanos en Egipto
El ataque en Libia ocurrió horas antes de que algunos ciudadanos asaltaran la embajada de Washington en El Cairo en señal de protesta por una película producida por egipcios coptos residentes en Estados Unidos considerada ofensiva con respecto al profeta Mahoma.
El embajador había llegado a Bengasi para realizar una pequeña visita cuando el consulado. Era ya de noche. El diplomático murió de asfixia durante el ataque, al igual que otros dos funcionarios de seguridad qeu lo acompañaban, según asegura Al Jazeera. Otro diplomático cuya nacionalidad todavía se desconoce murió también en la agresión al edificio.
Los cuerpos de los cadáveres han sido ya trasladadosal aeropuerto internacional de Bengasi para enviarlos de allí a Trípoli antes de sacarlos del país para que lleguen a una base estadounidense en Alemania.
Según las autoridades libias, los atacantes en la ciudad de Bengasi protestaban contra la misma película denunciada por miles de egipcios, en su mayoría salafistas, quienes se manifestaron el martes -aniversario de los ataques del 11 de septiembre de 2001- frente a la embajada de los Estados Unidos en El Cairo, antes de arrancar la bandera estadounidense y reemplazarla por la del Islam.
Otro funcionario local en Bengasi informó a la agencia AFP la muerte de un «funcionario estadounidense», pero ninguno de los dos responsables pudo precisar si el norteamericano fallecido era o no un diplomático.
En Washington, la vocera del Departamento de Estado, Victoria Nuland, confirmó el ataque de Bengasi en un comunicado publicado antes de conocerse las informaciones sobre la muerte de un estadounidense en la asonada. «Condenamos en los más firmes términos este ataque a nuestra misión diplomática», señaló.
«No podemos confirmar una relación entre los dos incidentes (el de Bengasi y el de El Cairo)”, había aclarado antes un responsable del Departamento de Estado que pidió no ser identificado.
Más tarde, el Congreso General Nacional (CGN) libio, la más alta autoridad política del país, expresó en un comunicado, en inglés, su «indignación» y «su condena en los términos más enérgicos» del ataque «criminal» que ha llevado a «la muerte y lesión de cierto número de personas».
La CGN ha anunciado la apertura de «una investigación inmediata» e indicó que el presidente del Congreso, Yussef al Megaryef pidió una reunión de emergencia con el Gobierno de Abdelrahim al Kib.
Según Abdelmonoem al Horr, vocero de la Comisión Superior de Seguridad del Departamento de Interior, las fuerzas de seguridad y del Ministerio de Defensa están tratando de contener la situación, luego que cohetes RPG fueran disparados contra el consulado desde una granja cercana. Denunció el ataque y describió a los agresores como «personas fuera de la ley», pero sin culpar a ningún grupo en particular.
Poco después, Omar, un habitante de Bengasi que se encontraba en el lugar, indicó a la agencia AFP: «Decenas de manifestantes atacaron el consulado y le prendieron fuego«. Añadió que se escuchaban disparos alrededor del edificio.
Otro testigo confirmó los disparos alrededor del consulado, y agregó que unos hombres armados cortaron las calles que llevan al edificio. Según él, entre los asaltantes había salafistas.
Protestas en Egipto
Unas horas antes, en El Cairo, miles de manifestantes, en su mayoría salafistas, se manifestaron ante la embajada estadounidense para denunciar una película, según ellos «anti islámica», hecha por cristianos coptos que residen en los Estados Unidos.
Los manifestantes arrancaron la bandera de los Estados Unidos y en su lugar colocaron una inmensa bandera negra con la profesión de fe musulmana: «No hay más Dios que Dios y Mahoma es su profeta».
La situación en Bengasi
La segunda ciudad libia, considerada como el bastión de la revuelta anti Khadafi, vive en los últimos meses una ola de violenciaque incluyen ataques contra occidentales y el asesinato de oficiales del ejército y de los servicios de seguridad.
Las autoridades libias, desbordadas ya por el aumento de la violencia y por la proliferación de las armas tras la caída del régimen khadafista en octubre de 2011, se enfrentan en las últimas semanas a un creciente poderío del movimiento salafista.
La destrucción de mausoleos musulmanes en el oeste, por grupos de extremistas islámicos, ha revelado abiertamente el poder de este movimiento, hasta ahora discreto y conocido por tener como bastión el este de Libia.
Al respecto, el ministro del Interior, Fawzi Abdelali, había explicado este martes que no quería arriesgarse a una confrontación con nutridos y bien armados grupos extremistas.
Infobae